Hubo una época
Alberto Etchegaray
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Alberto Etchegaray
Hubo una época en que la clase política entendía que su principal responsabilidad era consensuar acuerdos para reformas transversales. Hubo una época en que creímos que ese consenso era la clave de la buena convivencia social. Cito a Ricardo Lagos en uno de sus últimos actos como presidente al asistir a la comida anual de la Sofofa de 2006: “Lo que he aprendido en estos 6 años es que problemas tremendamente complejos y difíciles se pudieron resolver en tanto fuimos capaces de generar condiciones básicas de consenso y entendimiento”. Lagos concluía su discurso con la idea de que “tal vez nunca en la historia tuvimos un grado tan alto de consensos de qué es lo que nos convoca como país y qué tareas tenemos por delante”. Bajo ese paradigma fue que en los últimos 25 años se han implementado reformas tan importantes como las concesiones en obras públicas, la jornada escolar completa, la reforma procesal penal, sistema de pensiones, el AUGE, el ingreso ético familiar y tantas otras más.
Hubo una época en que incluso esos actores políticos y gremios empresariales, enfrentados a escenarios económicos muy adversos (como los actuales), acordaban agendas pro crecimiento que buscaban reactivar la economía y fomentar el empleo. Quizás la más famosa de esas agendas sea la acordada por Nicolás Eyzaguirre y Juan Claro, por ese entonces ministro de Hacienda y presidente de la CPC, respectivamente, donde se convenían 28 medidas destinadas a darle un impulso competitivo a nuestra economía. Todo un hito por su legitimidad y aceptación transversal.
¿A propósito de qué viene este recuento histórico? Es que pareciera que el discurso de Lagos el 2006 y la Agenda pro Crecimiento de la dupla Eyzaguirre-Claro fuera hace tan poco tiempo y sin embargo tantas cosas han cambiado en Chile. Resulta evidente que la convivencia socio política se deterioró y, consecuentemente, la idea de un desarrollo fundado en la política de los consensos. Usted conoce de sobra ejemplos de ese deterioro. Cuando personeros de este gobierno hablan de la retroexcavadora para acabar con las bases de la institucionalidad económica, cuando personeros de la administración pasada aseguran que “en 20 días se ha avanzado más que en 20 años”, cuando líderes sociales promueven activamente las tomas de establecimientos, cuando líderes empresariales amenazan por los diarios con sacar sus inversiones del país. Todos somos responsables del progresivo deterioro de la política de los consensos.
Volvamos ahora a la actualidad y el difícil escenario económico que se vislumbra. Más allá de las contrapuestas explicaciones para justificar el bajo Imacec conocido hace algunas semanas, lo cierto es que las autoridades políticas y económicas deberán tomar acciones decididas para tratar de revertir esta situación. Dando señales públicas que demuestren la importancia de actuar prontamente. Escuchando a empresarios y académicos para sondear qué es lo que está limitando el desarrollo de las empresas. En fin, proponiendo un conjunto de medidas que sean capaces de retomar la inversión y la confianza empresarial. Pero esas medidas no tendrán viabilidad a menos que incorporen también el nuevo mantra nacional: Chile cambió, es más complejo social y políticamente, y persiste cierta desconfianza en los consumidores respecto del mundo empresarial. Por eso las puestas en escena que otrora eran aplaudidas, como las tradicionales negociaciones a puertas cerradas entre el ministro de Hacienda y el presidente de la CPC, ya no son suficientes. Quien lidere estos acuerdos debe ser creativo en las medidas y sobre todo en la manera de legitimarlas públicamente con los trabajadores, organizaciones sociales relevantes y opinión pública.
La buena noticia para esa agenda reactivadora consensuada es que cuenta con un respaldo mayoritario: según la encuesta CEP, más del 63% dice preferir la política de los consensos. El reto es promoverlos en una clase política difícil, con medidas creativas concretas que promuevan la inversión y dándole la legitimidad social que el nuevo Chile espera. Como ve, una bicoca. Por eso, quien sea capaz de aceptar ese desafío tendrá bien ganada la chapa de líder. Chile lo necesita.